Leonardo Figueroa. Divina Pastora
La buscamos en Santa Rosa para que nos acompañe por
un tiempo, conforme al pacto divino que nos permite estar bajo su manto.
Hoy es el día de nuestra fiesta mayor, el día en
que el misterio del alma nos ilumina, creyentes como somos de una belleza
venerada que nos orienta en secreto.
En campos
de zafiro,
la Divina Pastora pasce estrellas.
Dios te salve, reina y madre.
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BARQUISIMETO ES UNA FIESTA
“Un barquisimetano puede creerse ateo, pero cree
en la Divina Pastora”.
Con esa frase inicia Salvador Garmendia una
bella estampa sobre lo que significa el 14 de enero en la ciudad de sus
memorias de Altagracia. Poco antes de ir a Santa Rosa para nuestro ritual de
siempre, comparto esas líneas pastoreñas de Salvador:
“Para el niño que fui hace muchos años, esos
días divinopastoriles eran un estado de gracia, que transformaba nuestras
desoladas calles en alegres y despreocupados ríos humanos en permanente
ebullición festiva. Los señores en sus limusinas paseaban al crepúsculo, las
bandas resonaban en las plazas, había arcos de palmas en las esquinas, todas
las ventanas estaban abiertas, las salas de las casas olían a trementina y a
flores cortadas, mientras los personajes de la calle mostraban sus harapos
milagrosamente renovados y limpios, como si la Virgen los tocara al pasar…
(…)
Por las
noches era difícil conciliar el sueño. Demasiadas emociones apretadas en un
solo día y la ilusión de que todo había cambiado y que la vida iba a ser una
fiesta de ahora en adelante… Sólo que la realidad volvía una semana después,
los aromas de la calle desaparecían y eran sustituidos por una emanación acaso
más cercana a nosotros, que dejaba a su paso algún arreo de burros o una yunta
de bueyes. El tiempo se dormía en las calles. Barquisimeto era otra vez nuestra
pequeña ciudad apacible. La Pastora volvería el año entrante”
Salvador Garmendia
(Ayer, hoy y siempre en el libro Así
es Barquisimeto, Edit. Diagrama, Caracas, 1994)