Efraín Huerta con sus hijos Andrea, David y Eugenia
Después de responderle -por puro azar- la pregunta
que me hizo para ser admitido como cliente, el gran librero de la “Madero” atendió
con humor todas mis demandas. Una de ellas era la de un libro de David Huerta.
Cuando oyó ese nombre, dijo de inmediato: “El hijo del gran Cocodrilo” y me
explicó el porqué del sobrenombre que todo el mundo le daba a Efraín Huerta, el
poeta que llamó a Sor Juana, “maliciosa doncella de las nubes”.
Enrique Fuentes (así se llama el legendario
librero del DF), me habló entonces del “cocodrilismo”, una corriente literaria
ideada y promovida por el autor de la “Declaración de odio” a la Ciudad de
México y que, de algún modo, gravitaría después en Roberto Bolaño y los
“irrealistas”. Bien. Ese escritor (que declaraba odiar), sustentaba su espíritu
“en un amor por sus semejantes” que impregnó toda su obra, como lo dice la nota
que precede sus textos en la memorable antología Poesía en movimiento,
prologada por Paz y elaborada por éste, Pacheco, Chumacero y Aridjis.
Hoy Efraín Huerta está de cumpleaños. Para
celebrar sus “cien”, México develará la próxima semana en la Avenida Juárez un
cocodrilo, como declaración de amor a su poeta. La escultura la hizo Juan Manuel
de la Rosa.
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Para no salirme de la fiesta futbolera que ayer
prendió el imbatible portero Ochoa en el Zócalo, se me ocurre volver hoy a un
curioso ensayo de Efraín Huerta, en el que se enlazan con gracia, deporte y
literatura. La primera estampa de ese divertidísimo paseo, es, precisamente, de
fútbol y revela, entre otras cosas, el olfato que tenía Huerta para pescar
maravillas. Se la dedica a Onetti y acá está:
“En una
despaciosa página de El astillero (Casa de las Américas, La Habana, 1968), al
regresar Larsen (Juntacadáveres) a la casilla al lado de sus amigos y de
aquella mujer, Juan Carlos Onetti bordea el hastía de esta manera: ´Y luchaban
contra el silencio, torpes, con la primera frase de sentido heroico que podían
componer o recordar: Es problemática la inclusión de Labruna´.
Onetti
sale de su gabinete y traslada –brinco mortal- la sordidez de su relato al aire
abierto del estadio de fútbol. Los hombres hallan la ´frase de sentido
heroico´, y se atormentan pensando si el formidable delantero Angel Labruna
será incluido en el juego que mañana habrá de celebrarse en el Estadio
Centenario de la ciudad de Montevideo. Su inclusión es problemática…”
Honores para el Gran Cocodrilo centenario.