Chema Madoz. Arco
Su breve recorrido académico está signado por un amplio espíritu humanístico, nada frecuente hoy en las casas de estudio del país. Sus nobles desafíos intelectuales frente a las incomprensiones y la medianía, su audacia contra el espacio hostil y la tozudez fascista, su afán de formación para la libertad, la creación y el diálogo; y su capacidad de resistir todos los embates (aún los que parecen definitivos, ciegos y sordos), son rasgos que la identifican a lo largo de estos trece años, felices y duros, a la vez.
La UNEY pasa con regocijo y orgullo (y cierta majestad, todo hay que decirlo) por el arco de libros y literatura, de ciencia, imaginación y arte, que, desde el 29 de enero de 1999, marcó su entrada a la educación universitaria de Venezuela y el mundo. Allí, entre los libros, está su alma, lejos, muy lejos de mustias autoridades "in partibus", incapaces, por fortuna, de invadir los intangibles.
Celebramos la fidelidad, la confianza y el apoyo valiente de sus amigos, estudiantes, docentes, obreros y personal administrativo. Celebramos la voz de quienes, no oficiales, pueden hablar por ella, con la frente en alto, en todos los escenarios, incluidos los domésticos.
Desde las luces de afuera (y de adentro, porque todavía las hay) saludamos la historia verdadera de la UNEY, que persiste sobre la apócrifa de estos meses sombríos.
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