1. Leo dos libros del argentino Edgardo Dobry. Alterno uno de ensayos (Orfeo en el quiosco de diarios) con otro de poemas (Pizza Margarita).
Dobry vive o ha vivido en Barcelona. Hace pocos días publicó en El País una muy buena nota sobre Lorenzo García Vega, con motivo del fallecimiento del escritor cubano. Me interesa del primer libro su inteligente acercamiento a la poesía de Gabriel Ferrater, su atenta y aguda lectura al lúcido y metapoético Poema inacabado, el rastreo del viaje medieval de Ferrater, el afilado contraste entre la teoría poética ferrateriana de la claridad y la inevitable complejidad de muchos de sus poemas.
Cabreado con los realistas sociales, pero también con cierto surrealismo español, Ferrater se va a la Edad Media con su amigo Jaime Gil y se trae formas frescas para narrarnos las experiencias de su presente hostil y “fablar en roman paladino”, con la ironía y gracia que los años de postguerra habían proscrito. Dobry nos llama la atención acerca del poema donde Ferrater se refiere a Borges y a Robert Lowell como “aristócratas” y “patricios” y se ve a sí mismo como un “plebeyo” hundido en un pozo de miedo que sólo dice “generalidades”. Para Dobry la adhesión de Ferrater a la poesía medieval era un modo decirnos “esto es vivir como en la Edad Media”. Puede ser, pero cabe también otra posibilidad para explicar esa devoción de Ferrater: la necesidad de encontrar en la edad Media ejemplos literarios menos “literarios” y lugares comunes de la vida, sin tantos rodeos intelectuales.
Total, Dobry me llevó al Poema inacabado de Gabriel Ferrater para leer de nuevo que Helena se fue con su falda de tergal y su jersey verde a rendir examen sobre Erec y Enid, el primer “roman courtois” de las letras francesas.
2. Paso al libro de poemas. Seré breve. Un 11 de junio se sirvió la primera pizza margarita. No sé si hoy (11 de junio también) me coma una. Lo cierto es que celebro tal fasto culinario, leyendo el poema donde Edgardo Dobry nos recuerda su eponimia:
Pizza Margarita
et ce qui fuit, au temps fait resistance
Joachim du Bellay
El once de junio de mil ochocientos ochenta y ocho
Margarita de Saboya, primera reina de la Italia unificada,
llegó a Nápoles en visita solemne. Rafaele Espósito,
cocinero del palacio real de Capodimonte,
creó en su homenaje una pizza
con los colores de la flamante bandera:
blanco (la muzzarela), rojo (los tomates)
y verde (la albahaca). Hoy nadie
al Espósito maestro, pero miles
de pizzas Margarita se devoran cada día.
Dichosa reina de una nación
recién unida en Estado:
no inmortalizada en duro bronce
sino en crujiente engrudo.
Tu recuerdo no es cosa de eruditos:
millones de hambrientos te invocan cada día.
Y mientras se arruinan los palacios
y nadie molesta el sueño de los versos
vive tu nombre en la perpetua deglución.
EDGARDO DOBRY
EDGARDO DOBRY
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