Hoy se cumplen 12 años
de la muerte de Heberto Padilla. Hace dos en la UNEY le dedicamos al llamado “caso
Padilla” algunas sesiones de nuestro programa de formación docente llamado El Valor de Educar. La idea fue intentar
la lectura de ese triste episodio a través de la obra poética de Padilla, en
particular, de Infancia de William Blake, uno de los mejores poemas salidos de
su pluma, en el que se anuncia al inspector de herejías que en su contra testificará tiempo después. Aires premonitorios cruzaron también el ambiente de
nuestra pequeña universidad… Pero no vamos hoy a hablar de esa lastimosa travesía,
sino a recordar nuevamente a Heberto Padilla y su lugar de origen.
Para apoyar mi intervención
en las referidas sesiones, mostré varías imágenes. En una de ellas se veía la
estación ferroviaria del pueblo pinareño del poeta. Al finalizar la charla, uno
de los profesores, un hombre sencillo, callado y excelente fisioterapeuta, se
me acercó para decirme, casi con lágrimas en los ojos, que él también había nacido
en Puerta de Golpe, y que enterado ahora de Padilla, se sentía más orgulloso de
su pueblo. De esa estación salió y a ella llegó muchas veces. Ella era la
Puerta para entrar a Golpe o para salir de él.
Heberto Padilla en su
bello libro El justo tiempo humano,
incluyó un breve poema que hoy leo pensando en su memoria, y cuya transcripción
acá dedico a mi amigo Orestes:
PUERTA DE GOLPE
que aquel pueblo corría como un niño
hasta perderse;
que era como un incienso
aquel aire de huir
y estremecer los huesos hasta el llanto;
aue ella lo fue dejando,
perdido entre los trenes y los álamos,
clavado siempre
entre la luz y el viento.
HEBERTO PADILLA
(El justo tiempo humano)
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