jueves, marzo 13, 2014

El mono gramático contempla una arboleda



 Octavio Paz y Helena Garro

Siguiendo a Gimferrer, podemos afirmar que el primer problema suscitado por “El Mono Gramático” es más bien materia de la burocracia literaria: ¿A qué género pertenece este libro? Problema anodino, si los hay (los hay), que saca de sus casillas a quienes encuentran etiquetas para todo y llenan páginas enteras, clasificando obras literarias como si de plantas se tratara. Esa tendencia Linneo de la literatura ve derogadas sus posibilidades ante un libro que como “El Mono Gramático” no admite ser domesticado. Refractaria a los géneros, esta obra los contiene todos o por todos es recorrida. Con ella propone Paz la multiplicidad de lecturas, el desacato a los convencionalismos literarios y el imperio de lo analógico. A la ambigüedad deliberada de este libro se refiere el mismo Paz en estos términos:

“Este tratado mío se llama El Mono Gramático. No es un ensayo pero tampoco es una novela ni un cuento. Es un texto de cien páginas en el cual la novela se disuelve y se transforma en reflexión sobre el lenguaje; la reflexión sobre el lenguaje se transforma en experiencia erótica y ésta en relato”

(Sólo a dos voces, conversación de Paz con Julián Ríos, Lumen, 1973)

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LA METÁFORA DEL MONO

Jamás ha rehusado Paz el trato lúdico con las palabras. Sin el temor que acosa a quienes creen ver en ello un divertimiento gratuito, ha sido Paz un incansable cultor de la paronomasia y otros juegos. Podemos aplicarle esto que él dijo de Marcel Duchamp:

“Su fascinación ante el personaje es de origen intelectual: es el instrumento más perfecto para producir significados y, asimismo, para destruirlos. El juego de palabras es un mecanismo maravilloso porque es una misma frase exaltamos los poderes de significación del lenguaje sólo para un instante después, abolirlos completamente”

El espíritu de la meta-ironía está presente en todo ejercicio de lujuria gramatical. Fue ese espíritu el que guió a Paz cuando dio título a la obra que nos ocupa. Debemos recordar que Paz pensó el título en francés: Le Singe Grammairien, con lo cual estaba situándose en las proximidades del vocablo “signe” y dejando abiertas las puertas al equívoco. Mucho más evidente es el juego cuando Paz titula en castellano. “El Mono Gramático” es un delicioso nombre que parece derivar de “monograma” y guardar correspondencia con “simio/símil”, como lo creyó Julián Ríos. Paz elaboró, por cierto, una frase clave con esas asociaciones:

“En los vericuetos del camino de Galta aparece y desaparece el Mono Gramático: el monograma del Simio perdido entre sus símiles” (MG, 107)

Pero el origen de ese título no es una metáfora puramente paciana. El Mono Gramático es Hanuman, personaje importante del Ramayana; en Galta existe un templo que fue edificado, precisamente, para rendirle culto a ese ser extraordinario. Hanuman fue el salvador de Sita (esposa del dios Rama) rescatándola de las manos de Ravana, su secuestrador. Hanuman es un mono que no solamente habla, sino que es también capaz de trasladarse en un salto desde la India hasta Ceilán. Ese legendario personaje es el jefe de un ejército de monos, apto para quemar ciudades y trasladar montañas.

(…)

Los monos son una presencia avasallante en Galta. A Paz lo rodean manadas de monos durante su trayecto: “monos que saltan de un lado para otro: machos fornidos que se rascan sin parar y gruñen enseñando los dientes si alguien se les acerca, hembras con las crías prendidas a las tetas, monos que espulgan a otros monos que se alejan o juegan o se masturban o se arrebatan la fruta robada, monos gesticulantes de ojos chispeantes y colas en perpetua agitación, gritería de monos de culos pelados y rojos, monos, monos” (MG, 35).

Esa orgía de monos en Galta puebla las páginas del libro y nos recuerda el origen. El  mono opera como analogía. Es y no es como nosotros. Hanuman se diferencia no sólo del hombre sino del resto de los monos. Habita otra edad. ¿Es la otredad? En todo caso es un tercer estado que puede mediar entre “esto” y “aquello”.

Octavio Paz, quizá sin proponérselo, con el título de su libro ha dado vida a una metáfora medieval: la metáfora del mono. Curtius en Literatura europea y Edad Media Latina abunda en ejemplos donde esa analogía es usada. Cita, por cierto, una frase de Dante: “Com io fui di natura buona scimia”, cuyo sentido aparece a veces revertido en el libro de Paz, quien se divierte presentando a la naturaleza como imitadora del arte:

Hanuman contempla una arboleda que está imitando una página de caligrafía.

(Para elaborar unas notas con motivo del centenario de Octavio Paz, revisé hoy un viejo archivo y me apareció un artículo sobre El Mono Gramático, escrito a comienzos de los 80 y publicado, primero en la revista Letra Continua y después en Incisiones. De ese artículo he tomado el texto que antecede. Ahora releo el "MG", que tanto me gustaba) 

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