Octavio Paz y Helena Garro
Siguiendo a Gimferrer, podemos afirmar que el
primer problema suscitado por “El Mono Gramático” es más bien
materia de la burocracia literaria: ¿A qué género pertenece este libro?
Problema anodino, si los hay (los hay), que saca de sus casillas a quienes
encuentran etiquetas para todo y llenan páginas enteras, clasificando obras
literarias como si de plantas se tratara. Esa tendencia Linneo de la literatura
ve derogadas sus posibilidades ante un libro que como “El Mono Gramático” no
admite ser domesticado. Refractaria a los géneros, esta obra los contiene todos
o por todos es recorrida. Con ella propone Paz la multiplicidad de lecturas, el
desacato a los convencionalismos literarios y el imperio de lo analógico. A la
ambigüedad deliberada de este libro se refiere el mismo Paz en estos términos:
“Este
tratado mío se llama El Mono Gramático. No es un ensayo
pero tampoco es una novela ni un cuento. Es un texto de cien páginas en el cual
la novela se disuelve y se transforma en reflexión sobre el lenguaje; la
reflexión sobre el lenguaje se transforma en experiencia erótica y ésta en
relato”
(Sólo
a dos voces, conversación de Paz con Julián Ríos, Lumen, 1973)
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LA METÁFORA DEL MONO
Jamás ha rehusado Paz el trato lúdico con las
palabras. Sin el temor que acosa a quienes creen ver en ello un divertimiento
gratuito, ha sido Paz un incansable cultor de la paronomasia y otros juegos.
Podemos aplicarle esto que él dijo de Marcel Duchamp:
“Su fascinación ante el
personaje es de origen intelectual: es el instrumento más perfecto para
producir significados y, asimismo, para destruirlos. El juego de palabras es un
mecanismo maravilloso porque es una misma frase exaltamos los poderes de
significación del lenguaje sólo para un instante después, abolirlos
completamente”
El espíritu de la meta-ironía está presente en
todo ejercicio de lujuria gramatical. Fue ese espíritu el que guió a Paz cuando
dio título a la obra que nos ocupa. Debemos recordar que Paz pensó el título en
francés: Le Singe Grammairien, con lo cual estaba situándose en las
proximidades del vocablo “signe” y dejando abiertas las puertas al equívoco.
Mucho más evidente es el juego cuando Paz titula en castellano. “El Mono
Gramático” es un delicioso nombre que parece derivar de “monograma” y guardar
correspondencia con “simio/símil”, como lo creyó Julián Ríos. Paz elaboró, por
cierto, una frase clave con esas asociaciones:
“En los vericuetos del
camino de Galta aparece y desaparece el Mono Gramático: el monograma del Simio
perdido entre sus símiles” (MG, 107)
Pero el origen de ese título no es una metáfora
puramente paciana. El Mono Gramático es Hanuman, personaje importante del
Ramayana; en Galta existe un templo que fue edificado, precisamente, para
rendirle culto a ese ser extraordinario. Hanuman fue el salvador de Sita
(esposa del dios Rama) rescatándola de las manos de Ravana, su secuestrador. Hanuman
es un mono que no solamente habla, sino que es también capaz de trasladarse en
un salto desde la India hasta Ceilán. Ese legendario personaje es el jefe de un
ejército de monos, apto para quemar ciudades y trasladar montañas.
(…)
Los monos son una presencia avasallante en
Galta. A Paz lo rodean manadas de monos durante su trayecto: “monos que saltan
de un lado para otro: machos fornidos que se rascan sin parar y gruñen
enseñando los dientes si alguien se les acerca, hembras con las crías prendidas
a las tetas, monos que espulgan a otros monos que se alejan o juegan o se
masturban o se arrebatan la fruta robada, monos gesticulantes de ojos
chispeantes y colas en perpetua agitación, gritería de monos de culos pelados y
rojos, monos, monos” (MG, 35).
Esa orgía de monos en Galta puebla las páginas
del libro y nos recuerda el origen. El
mono opera como analogía. Es y no es como nosotros. Hanuman se
diferencia no sólo del hombre sino del resto de los monos. Habita otra edad.
¿Es la otredad? En todo caso es un tercer estado que puede mediar entre “esto”
y “aquello”.
Octavio Paz, quizá sin proponérselo, con el
título de su libro ha dado vida a una metáfora medieval: la metáfora del mono.
Curtius en Literatura europea y Edad Media Latina abunda en ejemplos donde
esa analogía es usada. Cita, por cierto, una frase de Dante: “Com io fui di natura buona scimia”, cuyo
sentido aparece a veces revertido en el libro de Paz, quien se divierte
presentando a la naturaleza como imitadora del arte:
Hanuman contempla una arboleda que está imitando
una página de caligrafía.
(Para
elaborar unas notas con motivo del centenario de Octavio Paz, revisé hoy un
viejo archivo y me apareció un artículo sobre El Mono Gramático,
escrito a comienzos de los 80 y publicado, primero en la revista Letra Continua
y después en Incisiones. De ese artículo he tomado el texto que antecede.
Ahora releo el "MG", que tanto me gustaba)
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