sábado, marzo 29, 2008

Briceño Guerrero cuenta


1. Briceño Guerrero estuvo dos días en la UNEY. Tal vez pueda decir que la UNEY también estuvo dos días en Briceño Guerrero. Lo podría afirmar porque creo que hubo conexión verdadera entre nosotros. Presenté los libros suyos que editó José Gregorio Vásquez, buen amigo nuestro (mío y de Cuchi). Briceño respondió la presentación con generosas y emotivas palabras. Y con algo más: relató el curso que siguió uno de sus primeros libros, Dóulos Oukóon. En Puerto Rico se formó una secta de lectores en la que se aseguraba que el autor de ese libro era un extraterrestre. Cuando uno de sus miembros fue a Mérida y comprobó que el autor vivía allí y era profesor de la ULA, llegó a la conclusión indeclinable de que el extraterrestre se hacía llamar José Manuel Briceño Guerrero.
La visita del maestro a la UNEY ocurrió el jueves pasado. Hoy es sábado. Todavía gravita intensamente su presencia. Creo que seguirá siendo así durante mucho tiempo. Briceño inició un curso sobre cultura e identidad en América Latina el jueves a las 4 p.m. y lo concluyó ayer, a las seis de la tarde, pero volverá pronto.

2. El jueves cumplí años. El azar concurrente me regaló ese día la presencia de Briceño Guerrero. Briceño debió venir a la UNEY hace un mes (o poco más), pero se enfermó y el médico le indicó la inconveniencia de viajar por avión. Briceño vive en Mérida. El mismo día (o el día anterior) previsto para el viaje de Briceño se produjo la más espantosa tragedia aérea de los últimos tiempos en Venezuela. Apenas despegó del aeropuerto de Mérida, un avión de la línea Santa Bárbara se estrelló contra una montaña. Briceño estaba en su casa, recuperándose de una leve dolencia. Se reprogramó entonces el curso preparado por nosotros y fue esta semana cuando vino Briceño, por tierra. Llegó a la UNEY el 27 de marzo, día de mi cumpleaños.

3. BEC fue mi compañera de estudios en cuarto y quinto año de bachillerato. Fue, realmente, mi única cómplice en el acto (inconcebible, quizá, para el año 1967) de darle el nombre de Rafael Cadenas a nuestra promoción de bachilleres. La recuerdo blanca como su nombre y con un largo y despeinado pelo negro. Mi condiscípulo Diógenes Macías llegó a llamarla, con cariñosa irreverencia barquisimetana, “La Divina Pastora”. Supe en ese tiempo que BEC provenía por su rama materna de la familia Duin Anzola. Un día estuve en su casa, en la 19 (si mi memoria no inventa) y el nombre de María Inés Duin se me grabó, sin saber exactamente de quién se trataba dentro del árbol genealógico de mi compañera. BEC y yo nos fuimos de Barquisimeto a estudiar en la UCV. Ella, Psicología. Yo, Derecho. Nos veíamos muy poco los primeros años de nuestra vida universitaria, pese a la vecindad de las Escuelas. Saludos amistosos y cada quien en lo suyo. Alguna vez dejamos de vernos y puedo decir que hasta el sol de hoy no he vuelto a encontrarme con la inteligente amiga. El jueves pasado en San Felipe, cuando íbamos hacia la posada Momentos, Briceño Guerrero mencionó a un amigo suyo de la adolescencia llamado Leopoldo Veloz. Al oír el nombre le referí que mi compañero mexicano del Comité Jurídico de la OEA me había dicho hace poco que en los cincuenta conoció a un barquisimetano exiliado, de apellido Veloz. “Podría ser Leopoldo, pero no sé…”, me respondió Briceño. Comenzó entonces a hablar de su amigo Veloz recordando que era hijo de María Inés Duin Anzola de Veloz. Al mencionar a María Inés me acordé de BEC y se lo referí a Briceño. La conozco, me dijo. ¿Cuál es el parentesco de BEC con los Duin Anzola?, le pregunté. Con su respuesta arribo al centro inefable de mi relato, a mi verdadera inepcia de diarista. Resulta que Briceño volvió a su recuerdo de Leopoldo y me contó cuanto sigue:
“Un día la hermana de Leopoldo pidió permiso en su casa para ir a ver a un mago que había llegado a Barquisimeto. El padre le dio el permiso, pero sólo si la acompañaba su hermano Leopoldo. Yo, como amigo de Leopoldo, me sumé a la compañía protectora. Fuimos hasta el lugar donde el mago atendía. Entramos. Cuando el mago leyó la mano de la hermana de Leopoldo le dijo de manera determinante que ella se iba a casar esa misma tarde. ´¿Pero si yo no tengo novio´? alegó la joven. ´Eso no importa´ afirmó el mago y de modo inmediato y tajante pasó a despejar cualquier incertidumbre: ´Es que usted dentro de unas pocas horas se va a casar conmigo´. Y así fue. Después de superar fácilmente la frágil oposición de los chaperones y la nerviosa persecución del padre de la criatura, el hábil mago consumó con éxito su rapto. Los novios se fueron de Venezuela, hicieron actos de magia en Centroamérica y tuvieron una hija”.

Cuando Briceño terminó su relato ya no hubo dudas para mí: BEC, mi compañera de bachillerato, era la hija del mago.

4. “Cuanto he tomado por victoria es sólo humo”. Como recordarán algunos, la frase anterior es un verso de Rafael Cadenas. BEC, hija de magos y nieta de María Inés Duin, usó ese verso para invitar a nuestra graduación de bachilleres en 1967.

5. Conocí a finales de los setenta a Carmen Duin Anzola en su cama de enferma. No recuerdo si le pregunté por BEC. Sólo recuerdo que Carmen, por encima de la esclerosis múltiple, era una fuerza inenarrable.

domingo, marzo 09, 2008

Cooke, qué grande sos, cuánto valés

El Pocho y el Bebe

Hace 50 años estuvieron estos dos en Caracas.
Hoy saludo a Cooke.
El que quiera entender que entienda.