sábado, junio 18, 2011

Borges, autor de Borges

Una de las genialidades póstumas de Borges, para mayor gloria de su talento, es una clamorosa "creación" literaria: un poema suyo que no es suyo.

Copiado, reproducido, enmarcado, leído, recitado, exhibido, imitado, clonado y repetido por innumerables personas y mediante diversos medios de difusión, el poema titulado Instantes (jamás escrito por él), forma parte de una estupenda broma "borgeana", digna de figurar en cualquiera de sus páginas. Es más, pienso que se trata (no el poema, sino el contexto de su recepción) de una versión inédita de Pierre Menard, autor del Quijote

Desde el día en que Yeo Cruz me mostró en la capilla del Museo de Barquisimeto la página de una revista literaria que se ufanaba de haber publicado el “último” poema del inevitable argentino, percibí un evidente aire de impostura alrededor del ahora célebre texto. En efecto, el poema Instantes que leí en esa ocasión (y que luego vería en muchísimos sitios) no podía ser de Borges. Algunos años de lectura y de visitas cotidianas a las obras del querido escritor me permitían no sólo dudar de la supuesta paternidad, sino afirmar rotundamente que Instantes no había sido escrito por Borges.

Lo repito ahora, pero no sobre la base de un análisis retórico como entonces, sino apoyado en la certeza que ofrece la documentación acumulada por algunos detectives literarios. Me refiero a uno de ellos en particular: Iván Almeida. Este estudioso, integrante del Centro de Estudios Borgeanos de Dinamarca, dio hace algún tiempo con publicaciones norteamericanas donde el texto titulado Instantes figura como creación de otras personas. Y es aquí donde el asunto se vuelve “borgeano”. No se trata de un poema escrito por dos personas, sino de un texto sobre el cual dos escritores distintos se han atribuido la autoría en diversas épocas. Así, en los años cincuenta un señor llamado Dan Herold publicó ese mismo texto en la revista Selecciones de Reader Digest,  mientras que Nadine Stair lo hizo en los años setenta en un periódico de Kentucky. ¿Cuál de los dos es el verdadero autor? No saberlo todavía -y que ellos hayan aparecido en estas pesquisas- es lo verdaderamente digno de Borges, quien parece mover las piezas de todo este embrollo, como el Dios que detrás de Dios maneja de modo invisible a los pacientes jugadores de ajedrez.

Un verdadero lector de Borges sabe, sin apoyo testimonial o documental alguno, que Instantes no pudo haber sido escrito por Borges, ni en broma. Ya sabemos que las diversiones del argentino tenían la calidad sangrante de sus pseudónimos Gervasio Montenegro o Bustos Domeq, o incluso, de sus apócrifos particulares (Julio Platero Haedo, entre otros). Lo que sí podríamos atribuirle al porteño universal es el talento (y talante) para haber urdido una invención como la que nos ocupa, abstracción hecha de su valor escritural. Basta volver a las páginas insuperables de Pierre Menard, autor del Quijote, para confirmarlo.

Borges: autor de Borges, autor de Instantes.



martes, junio 14, 2011

El día que Borges murió


Me enteré de la muerte de Borges en una habitación del hotel Kristoff de Maracaibo, mientras intentaba escribir un poema a partir de un cuadro de Edward Hopper. Mis pequeños hijos Martín y Luisana jugaban con el tío Israel. Yo estaba de espaldas a un televisor que en ese momento transmitía noticias. Y de pronto la vi. Vi la pantalla del televisor reflejada en el espejo que tenía enfrente. Mostraban una foto de Borges. No tuve necesidad de oír. Al volverme para seguir la noticia, ya lo sabía: Borges había muerto. Eran, aproximadamente, las cuatro de la tarde. Llamé enseguida a mi casa de Barquisimeto para hablar con Cuchi. Un amigo, devoto de Borges, ya había intentado comunicarse conmigo, sólo para preguntarme: ¿Qué hacemos ahora?
No paré de hablar de Borges esa tarde y esa noche, con mis hijos y mi cuñado. Al día siguiente compré todos los periódicos que pude. Leí las declaraciones de María Kodama y las de un escritor argentino que se encontraba con Borges en Ginebra: Héctor Bianciotti. No me cansaba de repetir frases de uno de los espléndidos poemas en el que Borges habla de la muerte de su amigo Abramowicz. Recuerdo haberle dicho de memoria a Israel, en la barra del Stu Ricardo varios párrafos completos de El Aleph y de Las ruinas circulares. Pasados los años reparé en el borgeano detalle del espejo. Como saben los lectores, los espejos siempre "tienen algo monstruoso".