martes, julio 17, 2012

Trenzagramas

 EIELSON. Nudo
 DOROTHEA LANGE. Foto

Leo a Eielson y veo sus bellos nudos. Siempre hay mucho más que un atareado nudo.

Recuerdo una foto de Dorothea y la busco. Ahí están los dos.

Como las palabras, custodian el alma con sus trenzas.

domingo, julio 15, 2012

El otro, el mismo (Carner y el orgullo catalán)



IRVING PENN

En un texto de los años veinte Carner se adelanta al Borges de Borges y yo y habla del “otro Carner", con ironía y desenfado. Condena su oficio, pero confiesa que no le es del todo extraño. Le achaca distracciones pueriles y afanes de lucimiento. Se deslinda de sus búsquedas retóricas, pero termina reconociéndose en él, al igual que Borges con “el otro Borges”, aunque sin confusión alguna. El (o Carner) sí supo quién escribió esa página.

Carner intentó convencerlo de que se dedicara al billar, pero "él" nada le respondió. Sólo fumaba. Así queda dicho en este prodigioso final:

“…Fuma y le veo cierta vaguedad en los ojos que presagia inexorablemente que quizá hoy se descolgará con una nueva cantilena. Y entonces no sé lo que le haría. Aunque de natural pacífico, capaz sería de golpearle, si no fuera porque una de sus particularidades me induce a cierta simpatía. Y es que él –que soy yo mismo-, en el fondo de toda su inconsistencia, tiene, como un diamante dentro de un saco de cosas para el trapero, una gema dura y bella, que es el orgullo de escribir en catalán”.




(Prefacio a LA INUTIL OFRENA, Barcelona, 1924)

Alegría matinal

Josep Carner

Escribo esta primera anotación del día, pero sé que no estoy en esta sala, ni en este domingo de nubes con sol. Vastas son las regiones de la memoria. Así que debo andar por tierras provenzales en el siglo XII.

 

En unos versos leídos hace tiempo, vi el vuelo de un pájaro. Hoy he vuelto a verlo. Los versos eran de Carner.

En ellos, la propia alondra me ha dicho que los poetas la llaman “alegría matinal”.
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Escuchemos a Bernart de Ventadorn:

sábado, julio 14, 2012

Cocoteros de Carner y Reverón

REVERON. Paisaje con cocoteros


No sé cuándo estuvo Josep Carner en nuestro Macuto. Más aún: no tengo el dato exacto de que haya estado allí. Lo cierto es que escribió un poema irradiante titulado Els cocoters de Macuto, incluido en ese hermoso libro suyo vegetal (Arbres) que prologó Manent. En Cuba también hay un lugar con ese nombre, y es conocido el periplo que como diplomático y desterrado tuvo Carner en América Latina (Costa Rica primero y México después). El poema no indica con exactitud el sitio, pero sí –y mucho- que está frente al mar. Así, uno puede imaginar que fue el más célebre Macuto del Caribe (el nuestro) el lugar donde vio Carner esos cocoteros cuyas hojas serían los regios abanicos que alegraron sus futuros días bajo la niebla.  

Dijo Manent que Carner tenía a veces la matizada precisión de un Vermeer para describir escenas domésticas. Al recordar los cocoteros de Macuto, creo que algún destello de Reverón acompañó a Carner:

“…ben ruixats per la claror”.


ELS COCOTERS DE MACUTO

Vaig veure un dia a Macuto

per un present de l'atzar,

quatre cocoters en rengle

aturats davant la mar.

Eren sols davant les ones,

ben ruixats per la claror,

com columnes oblidades

o fermalls de l'horitzó.


S'expandien en llur èxtasi

com si no els veiés ningú;

espaiats, al cel somreien,

tots germans, sol cadascú.


Ran de terra, ja es torçaven,

dolçament al sol girats.

Els ventalls de trenta reines

sostenien delicats.


Però, patges, fora via,

ells van créixer amb tant deler,

que sols dees sobre un núvol

els ventalls podran haver.


Eren quatre, i en renglera

contra el blau, prodigis d'or.

Quan seré sota la boira

m'assolellaran el cor.
 
JOSEP CARNER






























lunes, julio 09, 2012

Las facturas de Martín

Nan Goldin almorzó en El Rosal

La mirada subvierte y rediseña. A veces, es sólo el azar concurrente. Otras, la imaginación cuando trasmuta (y transmite).
Son diversas cosas las cosas cuando esa mirada interviene. 
Con sistemática ironía, la conversión conceptual de los objetos se devora a sí misma.
El efecto Duchamp dura un instante, aunque ese instante sea eterno. No hay segundas ediciones. No se corrige ni se amplía. Sólo perdura el aleteo de los exégetas.
Muchísimas son las variantes, utilitarias o no, del papel escrito. La factura que un restaurante le expide al cliente, por ejemplo, puede tener un importante destino contable o servirle a un economista para ilustrar el tema de los precios en tiempos de inflación. Pero, quién quita que también le sirva a un fotógrafo para homenajear a sus creadores predilectos. Podría estar, de paso, deslizando una amable referencia a aquellos seres –muy frecuentes en el mundo del arte- que para afamar su carrera aprovechan cualquier encuentro con celebridades.
En estas cosas pensé cuando vi el interesante trabajo de Martín Castillo Morales en LA CACRI¬-Caracas. Me consta que Martín no es, precisamente, un namedropper (menos aún Olivia, que se negó a ser fotografiada al lado de María Kodama), pero, como a mí, creo que le divierte el legendario autobombo –casi siempre con base cierta- de algunos simpáticos artistas de esta tierra…
Celebro más, sí, la base cierta de la admiración, así como la mirada que sabe transmutar lo cotidiano.
Por eso mi elogio a estas facturas de Martín, que son, como diría Octavio Paz, un gesto. Nunca una gesticulación.