sábado, noviembre 25, 2006

Historias tristes de los reyes


Carlos II, El Hechizado.

«El Príncipe parece bastante débil; muestra signos de
degeneración; tiene flemones en las mejillas, la cabeza
llena de costras y el cuello le supura.»

(De una nota del Embajador de Francia a Luis XIV, pocos días después del nacimiento de Carlos).


"El Rey es más pequeño que gande, flaco, no mal construido... de cuello largo, rostro largo, mandíbula larga y como vuelta hacia arriba, labio inferior austríaco, cabeza grande, ojos turquesa y complexión delicada. Tiene un mirar melancólico y un tanto pasmado. Sus cabellos son rubios y largos..."

(Nuncio Apostólico, 1686).


"No se aplica a nada, y menos que a todo al despacho, porque no es de su genio, cosa por sí no resuelve"

(Marqués de Villars).


«Es tan grande su debilidad que no puede permanecer más de una o dos horas fuera de la cama. (...) Cuando sube o baja de la carroza siempre hay que ayudarle".

(Marqués d`Harcourt en nota al rey Luis XIV).


«No tenía el cadáver ni una gota de sangre, el corazón aparece del tamaño de un grano de pimienta; los pulmones corroídos; los intestinos putrefactos y gangrenados; en el riñón tres grandes cálculos, un solo testículo, negro como el carbón, y la cabeza llena de agua".
(De la autopsia practicada al cadáver de Carlos II).
"En tiempo de los sucesores inmediatos de Felipe II, la situación económica empeora y la decadencia galopa.// No surge ni un príncipe hábil ni un ministro de espíritu superior. Unos y otros se muestran fanáticos, sensuales, imprevisores, nulos. Los príncipes, en manos de validos, son francamene degenerados, imbéciles, vesánicos. El idiota Carlos II no es excepción, sino tipo representativo del príncipe austríaco de aquella España. Carnes blandas, pieles blancuzcas, ojos sin expresión, labios colgantes, quijadas ponderosas: esos cuerpos, esos rosros revelan, a pesar de la lisonja de los pintores, el espíritu mortecino de aquella serie de idiotas coronados".
(Rufino Blanco Fombona, El Conquistador Español del Siglo XVI).
"El rico hábito de que Su Majestad estaba vestido despedía un fuerte hedor a orines; luego he sabido la incontinencia que le aquejaba. (...) Viendo en la puerta a un desconocido, se sobresaltó el canecillo, y Su Majestad pareció inquietarse. Pero al divisar luego la cabeza de su Enana, que se me adelantaba y me precedía, recuperó su actitud de sosiego. Doña Antoñita se le acercó al oído, y le habló algunas palabras. Su Majestad quiso mostrarme benevolencia, y me dio a besar la mano; pero antes de que alcanzara a tomársela saltó a ella un curioso monito que alrededor andaba jugando, y distrajo su Real atención en demanda de caricias. Entonces entendí yo la oportunidad, y me retiré en respetuoso silencio".
(Francisco Ayala, El Hechizado)
"Heredó la corona y la oligofrenia. Gobernó un imperio que abarcaba muchos territorios de ultramar, entre ellos uno que hoy conocemos como República de Venezuela. Podemos decir que de algún modo fue presidente de nuestro país cuando nuestro país casi no era país. (...) Carlos Fuentes lo incluye como ilustre mentecato en Terra Nostra. ¡Cuidémonos nosotros de elegirlo algún día como gobernante!".
(José Luis Najul, Contemos historias tristes de los reyes, Cuadernos de la Casa de las Letras Antonio Arráiz, Venezuela, Guarico, 1996)

jueves, noviembre 09, 2006

Anotaciones

Anotaciones o tratando de saludar a un poeta italiano

Badajoz, Mérida, Cáceres.
Versos de Félix Grande y el hermosísimo Guadiana.

Madrid.
Me encuentro un poema de Octavio Paz en la Puerta del Sol. Y siento frío.

Acabo de pasar por la plaza Jacinto Benavente (nadie es perfecto) y no di con la temperatura. Me acordé de Martín y me vine a revisar las conclusiones de una reunión académica.

Virgen de la Almudena. Fiesta en la ciudad. Nacho y Marta de puente como todos.

Yo me recluyo en el hotel por un resfriado pescado ayer en Badajoz.

jueves, noviembre 02, 2006

Elegías y Olvidos


Pepe Barroeta

El libro póstumo de José Barroeta (Venezuela, 1942) se titula Elegías y Olvidos. Está incluido en el volumen (también póstumo) Todos han muerto (Candaya, Canet de Mar, Barcelona, junio 2006). Allí me consigo con este bellísimo y breve poema:

DIME TÚ, PAMPANITO

Dónde estarán mi padre y mi madre
con sus rostros.
Dime tú, Pampanito
que estás en la tierra
y en el cielo
qué piedras,
qué sueño del camino
recojo.
Dime y dame
la ternura caliente de los
muertos.

José Barroeta (Venezuela)