domingo, septiembre 23, 2007

Sergio Chejfec y Venezuela

Rafaela Baroni


Rafaela y Rogelio
"Un día abandona la casa paterna con lo puesto, deja a sus hijos, a quienes temía matar en un ataque de locura, bajo el cuidado de su madre y hermana, y encara sin destino preciso los caminos de la región. Visto retrospectivamente, la huida fue el comienzo de la solución. Luego de un viaje de varios días por las carreteras del estado, llega a Boconó atraída por el nombre de la ciudad, que considera de buen presagio, para acabar instalándose temporalmente en el cementerio."
(Sergio Chejfec, Baroni: un viaje, Alfaguara, 2007)
Debo a la conjunción de una fotografía y un libro el descubrimiento de Sergio Chejfec. La fotografía es obra de mi hijo Martín y fue escogida por el escritor argentino para la portada de su volumen de ensayos El punto vacilante (Norma, Vitral, 2005). Ese libro me deparó, entre otras cosas, la lucidez de un autor que sabe compartir sus lecturas y también una manera más fàcil de pronunciar su apellido.
El pasado mes de agosto de nuevo Martín me acercó a Chejfec. Esta vez se trató de su más reciente libro: Baroni: un viaje, una novela que es también un ensayo que es también una biografía. Acabo de concluir su lectura y estoy seguro de que no será la única. Volveré varias veces a las páginas de ese libro estupendo que todavía guarda secretos para mí. Siento que en esta ocasión no sólo fui su lector, sino también su cómplice, lo que sería una redundancia cortazariana, si el lector es bueno, pero yo pocas veces lo soy. Recorrí las espléndidas páginas de Baroni: un viaje como si hubiese acompañado a su autor en la escritura de un asombro permanente.

Con Baroni... Sergio Chejfec le ha hecho un bellísimo regalo a la literatura y a Venezuela. Por fortuna, no me siento obligado a decir por qué escribí la frase anterior. Me basta afirmar que el libro me permitió recordar a Rafaela Baroni como un personaje mágico con quien alguna vez compartí unos minutos que siempre me parecieron soñados. Me enteré hace unos ocho meses que un hermano suyo fue mi amigo treinta años atrás en Barcelona. Ahora no sé si lo supe o lo soñé o lo leí en el libro de Sergio. Cierta irrealidad parece acompañar siempre a Baroni.
Tal vez deba agregar que Chejfec revive en Baroni: un viaje al gran poeta Juan Sánchez Peláez, quien en la urna parecía una talla de Rafaela. No conozco todavía mejor homenaje al autor de Rasgos comunes. Surreales, más que surrealistas, Baroni y Juan Sánchez poseen el rasgo común del hechizo.

Para rematar, Igor Barreto -y no uno de sus gallos- canta al final de la novela.
Gracias venezolanas e infinitas a Sergio Chejfec, por su libro y por su prosa adorable.

1 comentario:

Henry S. dijo...

Lo anoto.

Un saludo