sábado, septiembre 01, 2012

El sillón del Padre Barnola

El padre Barnola

En un formidable libro sobre los jesuitas en Venezuela, que hará unos cinco meses me prestó el Dr. Emilio Urbina, encontré una hoja manuscrita y anónima cuyo contenido transcribo a continuación, por ser un pequeño homenaje a un venezolano que muchos no conocieron y otros tantos ya han olvidado. Por cierto, en el breve texto que ahora copio, conté siete modos de nombrar al Diablo, incluido el apellido renacentista que cierra la página. Acá las líneas del autor desconocido:

“Cuando le notificaron su nombramiento como miembro de número de la Academia Venezolana de la Lengua, el Padre Barnola celebró doblemente. Lo hizo, desde luego, por la honrosa distinción que recibía, pero también porque iba a ocupar el sillón marcado con la letra “B”, lo que el culto jesuita interpretó como buen augurio, dada la coincidencia con la inicial de su apellido. Pero esa alegría le duró poco. Se disipó cuando tuvo conocimiento de la sombría leyenda que rodeaba desde el siglo pasado al sillón que le tocaba ocupar: el “B” estaba terriblemente endiablado.

Todos los antecesores del padre Barnola, salvo el primero, también fueron levitas. Sobre ellos pesó la responsabilidad de mantener a raya a Belcebú dentro de los predios académicos y de evitar que del temido sillón “B” manara azufre. Dije “salvo el primero”, porque, precisamente, fue su ocupante original quien generó la siniestra conseja. Hablo de Antonio Leocadio Guzmán, a quien Juan Vicente González –no sé si con razón- siempre tuvo por auténtica encarnación del Bajísimo.
La continua sucesión de prelados en la gran silla corporativa del Maligno, fue tal vez la inconfesada triaca que los académicos tramaron para mantener en el ilustrado recinto un efectivo “vade retro”, pero algún rescoldo del Demonio seguía temiéndose…

Lo cierto es que hace 60 años accedió el reverendo Padre Barnola al “asiento de Luzbel” y comenzó su discurso de incorporación haciendo a su manera un exorcismo: habló de la superstición, nombró la soga desde el sillón del ahorcado y lo hizo sin estridencia y con humor. Después se refirió, como es ritual, a su antecesor inmediato y dedicó la parte medular de su discurso al “bellismo” de don Marcelino Menéndez y Pelayo.
Durante 34 años ejerció Barnola su función académica, sin que Mefistófeles rondara por sus predios. El padre murió en 1986 y lo sucedió un escritor seglar: Mario Torreralba Lossi. Que yo sepa, el sillón “B” quedó por completo exorcizado.

Alguien escribió:
“Bastó el padre Barnola./ Nunca más Savonarola”.

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