martes, junio 21, 2005

Sartre cumple hoy cien años


Sartre

Aunque algunos se lo hayan propuesto de manera deliberada, no es posible olvidar a Jean Paul Sartre. Así, hoy celebramos el centenario de su nacimiento y si no fuese trágico, nos reiríamos de los patéticos ex-izquierdistas del presente, que con encono indigno de cualquier causa, han querido lapidar con odio la memoria de uno de los más grandes filósofos y escritores franceses de todos los tiempos. Lo cierto es que ahí está El Ser y la Nada, exaltado críticamente hace muy poco por Eugenio Trías. Y está también La náusea, leída por los jóvenes de ahora sin los prejuicios que los viejos tenemos ante las relecturas, sobre todo, de aquellos libros que adoramos hace años. Y es que Sartre cumple cien, pero no los aparenta.

Yo tenía catorce años cuando me enteré de que había un señor diabólico en Francia que se había atrevido a rechazar nada menos que el Premio Nobel de Literatura. Desde ese día comencé a indagar por su obra y sus ideas con voraz curiosidad.

Algunos lo adoraban, ciertamente, pero para otras era más que detestable. Del existencialismo sólo había tenido noticias por un tipo de fiestas que organizaban algunas vecinas para escándalo de las señoras del barrio. "Fiestas existencialistas", les decían, y desde luego, si algo ostentaban de Sartre, era sólo la asociación pecaminosa que su nombre provocaba. No fui a ninguna de esas fiestas, pero sí leí La Náusea pocos años después del 64. Y me declaré existencialista, y hasta marxista de la tendencia Sartre (más tarde lo sería también de la tendencia Groucho). Celebré el prólogo a Los condenados de la tierra, de Fanon y tuve en Sartre un ejemplo de intelectual comprometido, es decir, de "mal ejemplo" permanente para las conciencias tranquilas.

Pasada la euforia del mayo francés, abandoné por un tiempo a Sartre y preferí a Camus. Ahora los reconcilio en mi recuerdo, y a cada uno le otorgo lo que yo creo que valen.

Hoy quiero rescatar unas líneas que Juan Nuño, mi maestro, trazó con imborrable tinta en un libro apasionado. El libro se llama simplemente Sartre:

"Confesar la pasión por Sartre es, ante todo, declarar la edad: generación de la postguerra, y rememorar el credo de aquella juventud: aceptar las totales consecuencias de una irrestricta libertad del hombre, responsable único ante sí, sin Dios ni amo alguno. Reconocer que, bajo más de una ceniza, la vieja pasión permanece inextinguible equivale a mostrar la radiografía ideológica: el corazón irremediablemente a la izquierda; la cabeza crítica, independiente de cualquier dogma (en especial, el stalinista), pero con el cerebro recorrido por dos virus no siempre conciliables: liberación del hombre, revolución total; el socialismo metido en los huesos; en la boca del estómago, náusea permanente por la burguesía y sus productos: capitalismo, fascismo, imperialismo y el más purulento de todos, colonialismo en cualquiera de sus mutantes formas...

Este libro es una recaída: la vuelta a Sartre. Para comprobar su irritante actualidad."

El tiempo...el tiempo pasa, así decimos todos, decimos siempre. También pasan las ideas y las cambiamos, como debe ser. Hay quienes se enorgullecen de ello (y no está mal), pero también hay quienes, de contrabando, han cambiado de ideales y de sueños, o lo que es peor, han dejado de tenerlos. De más está decir que esos seres no están invitados a la fiesta de este cumpleaños.

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