Quise decirle los versos de un epigrama de Cardenal,
pero no los recordaba del todo.
Tal vez fue mejor que eso ocurriera.
Después ella escribió sobre el fuego imponderable.
Y vi sus ojos
y oí su voz
cuando escanciaba
esas sus letras sagradas.
Ahora me reconforta el olvido,
la feliz negligencia
de no haberle dicho completo:
"Cuídate Claudia cuando estés conmigo".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario