viernes, abril 28, 2006

Diseño integral


Santiago Pol

Santiago Pol está al frente de una interesante oferta académica que acaba de inciarse en San Felipe, Venezuela. Me refiero a la carrera de Diseño Integral, cuyos planteamientos básicos son expuestos de este modo por sus responsables en la UNEY:

"La ineludible beligerancia del diseño en todas las épocas, en todos los lugares y en todas las actividades humanas (¿no hablaron los griegos de la formación como el arte de dar forma a las cosas y a los hombres?), nos dispensa de argumentaciones dirigidas a justificar teóricamente su inserción actual en el elenco de nuestras carreras. Una valiosa bibliografía que citamos al final, nos sirve de apoyo, desde luego. Pero, es, básicamente, la vivencia de cada uno de nosotros, ante situaciones que demandan formas distintas de plantearse y subsanarse, la que puede y debe tomar la palabra. Ella sabrá decirnos de qué se trata. Y sus portavoces serán el artesano, el industrial, el médico, el deportista, el actor, el comerciante, el odontólogo, el cocinero, el comunicador social, el arquitecto, el editor, el artista plástico, el viajero, el caminante, las amas de casa, el pescador, el carpintero, el sastre, el historiador, el director de teatro, el director de cine, el campesino, el músico, el mecánico, el conductor, el fotógrafo, el médico, el ingeniero en informática, el bailarín, el poeta, los niños, los árboles, los animales, los parques, la ciudad y un larguísimo etcétera. Alguien ha dicho, parodiando un título de Faustino Cordón, que “diseñar hizo al hombre”. De allí el carácter obvio (y aparentemente caótico) de la anterior enumeración. En pocas palabras: la vida como diseño y el diseño como vida.

"Consciente de que las bondades de un proyecto educativo podrían frustrarse rápida e inexorablemente, si no se cuenta con las personas adecuadas para llevarlo a cabo, resolvimos comenzar por lo más arduo: la preparación de los docentes idóneos. Una preparación orientada más a la identificación y compromiso con la filosofía, principios y valores que sustentan el proyecto, que con destrezas técnicas o pedagógicas (importantes y jamás excluidas en nuestros cursos previos para docentes). Luego de una fecunda experiencia con el primer Curso para la Docencia de Diseño Integral, estamos en capacidad de recomendarlo como el mejor comienzo posible de toda propuesta formativa innovadora. Por encima de los concursos de oposición para seleccionar docentes, creemos que se encuentra esta modalidad que no suprime la primera: el curso de oposición, como podríamos denominar con propósitos comparativos y didácticos, esta modalidad de ingreso académico.

Nuestro proyecto encarna una continuidad temática y académica en la UNEY. No representa en ella un pregrado más. Menos aún, un pregrado ajeno a lo que venimos trabajando. Se trata de un espacio para la formación, surgido del diálogo entre los precedentes y, de la interpelación continua de la universidad consigo misma. Así, nuestros llamados espacios académicos de Ciencias del Deporte, Ciencia y Cultura de la Alimentación, Lengua y Tradición Cultural, Cultura del Emprendedor y Filosofía de la Práctica, concebidos todos de manera armoniosa, fueron generando este otro de Diseño Integral.

Si estamos demostrando (y demostrándonos) la viabilidad curricular y funcional de concebir los temas de la alimentación y del deporte, como una pluralidad de aristas interrelacionadas y no como parcelas de diversos especialismos, más o menos inconexos, ¿por qué no había de pensarse igual respecto del diseño? ¿por qué seguir transitando la ruta de la fragmentación en un área tan evidentemente articulable? Revisada la oferta académica existente en el país en la disciplina del diseño, cualquiera puede percatarse de que la misma no refleja la indicada evidencia, sino, todo lo contrario: las escuelas de diseño gráfico, por un lado, y las escuelas de diseño industrial, por otro, para no hablar de las diversas opciones aisladas (tantas como “especialidades” del diseño sea dable formular), configuran un patético cuadro de dispersión educativa, a despecho de la notable calidad que alguna(s) de esas alternativas ha(n) demostrado poseer. Verdad esta última, más de antano que de hogaño, todo sea dicho.

Sin pretender alterar, ni recusar, lo que ya se ha desarrollado de esa manera en la enseñanza del diseño en Venezuela, estamos proponiendo ahora un sendero distinto, que aspira retomar la olvidada tradición de los saberes compartidos, de los conocimientos básicos, teóricos, prácticos y generales, que habitan ese centro que los griegos llamaban bellamente, “el lugar común”.

Desde el lugar común del diseño, la UNEY pone en marcha este proyecto, pensado y modelado desde hace más de cuatro años".

viernes, abril 14, 2006

Briceño y Balza o la arbitrariedad de la memoria


Haidée Balza

14-04-06: Leo a Briceño Iragorry. Leo un discurso de Briceño Iragorry. Menciona a la Iron Mines of Venezuela y me acuerdo de inmediato de César Reyes y de Gisela Madrid, ambos becarios de la Orinoco Mining cuando estudiaban en la UCV y hablaban con burla y miedo, a la vez, de Mr. Burton. César era mi compañero en Derecho y Gisela mi amiga de Periodismo, a quien conocí por César. Ahora que me acuerdo: César divertía a Gisela con Mr. Burton. Tenía montado un número humorístico en el que imitaba al susodicho gringo. Gisela gozaba. Y yo reía, sin entender del todo el contexto del disfrute guayanés de mis amigos.
Con Gisela vi las tetas de Haydée Balza en el Ateneo. Haydée no estaba en el escenario sino en el pasillo. Se trataba de “La Celestina”. Esa función fue un sábado, ya no recuerdo si del 71 o del 72. Lo cierto es que hoy llegan todos a esta nota con la arbitrariedad maravillosa que posee la memoria involuntaria.

jueves, abril 13, 2006

Comprensión de Armas Alfonzo


Alfredo Armas Alfonzo. Foto de Ricardo Armas


Vuelvo a las páginas de Armas Alfonzo. Pienso que las clases de Comprensión de Venezuela podrían ser clases de Comprensión de Armas Alfonzo. En su obra está todo, o casi. Y lo más importante: está el alma del país. Comprensión del país de Armas Alfonzo podría ser el nombre de la cátedra que acabamos de comenzar en la UNEY. Y no es que Venezuela no se encuentre en muchos otros autores. Es que Armas Alfonzo era parte de lo que él mismo quería sentir y comprender. El no narró o contó desde afuera. El se contó a sí mismo. Y él era Bocauchire, el Unare, Clarines, Cumaná, Ricardo Alfonzo, Mamachía, la naiboa, una latica de mantequilla Brun, el gofio cumanés, Maremare y Zenón Marapacuto.

Vi al general Manuel Antonio Guevara tomar una noche Sabana de Uchire. La fiebre lo hacía temblar, pero así y todo, dictó el telegrama donde se le comunicaba al jefe de la Libertadora que Sabana de Uchire había caído en poder de la revolución. Era medianoche en el cuento magistral de Armas Alfonzo y yo seguía leyendo hasta dar con Guanape, después de pasar por el Tusor de Seda que le regalaron el día de su boda a Gustavo Pereira.

miércoles, abril 12, 2006

Salvador Elizondo in memoriam


Salvador Elizondo. Foto de su esposa,
nada menos que Paulina Lavista.

El pasado 29 de marzo murió el escritor mexicano Salvador Elizondo. Me enteré anoche revisando el suplemento literario de La Jornada. En agosto del año pasado yo había bajado de la biblioteca todos los libros de Elizondo que tengo. Los agrupé para leer algunos que no había leído y releer el resto. Esto último lo he hecho en varios oportunidades con Farabeuf y El Hipogeo Secreto, que me parecen novelas magistrales. Esta vez El Grafógrafo ocupó mi tiempo de relectura y me topé, por fin, con Camera Lucida, un conjunto de artículos y discursos, donde el ensayista Elizondo no deja nunca de ser el narrador Elizondo. Volví a unas páginas de Cuaderno de Escritura y a otras de Farabeuf y nuevamente me acordé de mi amigo Juan Arcadio Rodríguez, a quien esta novela le parecía excelente por su incursión en las áreas más crueles del placer. El mismo día que Juan me habló de ella proyectó en su cine-club El Jardín de los Suplicios, una película francesa basada en una obra de Mirbeau. Seguramente nuestra conversación sobre el film nos llevó al suplicio llamado Leng Tch’e o de los Cien Pedazos, descrito memorablemente en Farabeuf con una fotografía que ilustra el momento en que le es aplicado a un magnicida. Previsiblemente hablamos también de Bataille.

Pude haber visto a Elizondo en el año 81 cuando fui a México, pero no di con el lugar donde anunciaban una conferencia suya. Creo recordar que se trataba de un lugar algo siniestro. Mejor dicho, creo recordar que me imaginé que se trataba de un lugar algo siniestro, una especie de sala sombría del centro de la ciudad. Lo cierto es no fui o no pude ir. Tal vez Carmelina hizo alguna advertencia de peligro que Cuchi y yo acatamos. Lo que sí hice fue comprarme todos los libros de Elizondo que conseguí. Cuando anoche me enteré de su muerte no me fue difícil dar con ellos. Los tenía en uno de los estantes del pasillo. Ahora mismo abro El Grafógrafo, citado en alguna oportunidad en este blog o en Isla de Robinson. Lo abro y leo el texto maravillosamente metaescritural que le dedicó a un ilustre grafógrafo mexicano llamado Octavio Paz:

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.

Leo rápido y me recuerdo leyendo estos versos de Octavio Paz:

El muchacho que camina por este poema,

entre San Ildefonso y el Zócalo,

es el hombre que lo escribe.

Así también, Salvador Elizondo fue el autor de El Hipogeo Secreto, una novela donde un autor llamado Salvador Elizondo intentó escribir una novela titulada El Hipogeo Secreto.

Cuenta Elena Poniatowska que del “chato” Elizondo se decía que era un genio. Seguramente lo sigue siendo y desde cualquiera de sus páginas continuará deletreando a sus lectores.