domingo, noviembre 25, 2007

El niño peronista y el barroco


24-11-07:
Veo y oigo a Daniel Santoro, el pintor peronista. Se refiere con sorna inteligentísima al minimalismo de los sifrinos de Palermo Viejo, a quienes él llama “comedores de rúcula”, en alusión directa al mundo gourmet que por allí campea. Recusa Santoro el afán mimético de buena parte de nuestras culturas y afirma que los mexicanos nos llevan una ventaja considerable por haber inventado el sombrero grande, el sombrero antiminimalista que dio al traste “con los sombreros maricones de los europeos”. Acompaña sus palabras con los dibujos de los sombreros y confiesa que el equivalente argentino de esa creación mexicana es el peronismo.

“El exceso” y “Evita Perón” son reacciones contra la mesura artificial y contra el refinamiento. Eso dice Daniel Santoro, "el niño peronista". Podríamos agregarle –sin alterar el espíritu de su argumento- nombres más cercanos en el tiempo, pero dejémoslo así para no caer en la tentación de la analogía...

Entretanto, recordemos la idea de que el barroco americano es también una estrategia de resistencia cultural, como hace poco lo dijo Bolívar Echeverría en las páginas espléndidas de su Vuelta de Siglo.

¿Es barroco el peronismo? ¿Es barroco el sombrero mexicano? Creo que sí en ambos casos.

Y con seguridad es barroco Santoro en el bello discurso que me acaba de deparar Telesur.

sábado, noviembre 24, 2007

Pequeña confesión a la sordina...

Janio Quadros


1961. He llegado ya al zaguán de mi casa y puedo decir que me encuentro a salvo. Realmente no hallaba dónde esconder esto que siento. Todavía me asalta la sorpresa. Todavía tiemblo. Ella me abordó y no supe qué hacer. Llevaba días haciéndole ronda sin atreverme a hablarle. Hoy ella lo hizo y me sentí inerme, emplazado y descubierto. Se llama Gisela y es dueña del rostro y de los ojos que me cautivaron hace poco en la clínica donde operaron a mi padre. Tengo 11 años y soy un tonto que se llama Freddy.

2007. Ayer los padres de Anairene Asuaje asistieron a la inauguración de la biblioteca “Elisio Jiménez Sierra” en Guama. Después almorzaron en Colibrí. La madre de Anairene se llama Gisela Salazar y fue (y es), sin haberlo sabido nunca, la Gisela del párrafo anterior.