miércoles, agosto 31, 2005

Las ínsulas extrañas


Juan de Yepes

Las búsquedas del Manifiesto Neonachista apuntan ahora hacia una isla. Monod piensa que se trata de la isla con más nombre de isla que encontrarse pueda, es decir, esa especie de tautología geográfica llamada Islandia. De ser así, la hipótesis de que en la obra de Borges puede encontrarse el mapa del tesoro neonachista, cobra fuerza, sobre todo, si atendemos a la enorme devoción que el neonachista porteño profesaba por todo lo islandés. No obstante –me dice en un email el licenciado Raydán- la verosimilitud de esta conjetura es “alegría de tísico”, en virtud de que si bien la ubicación del manifiesto estaba integralmente cartografiada en la obra de Borges, ésta también da cuenta de que el Mapa que contenía la preciada información fue destruido por las inclemencias del tiempo. Hay, de todos modos, alguna esperanza: pedazos de las ruinas de ese Mapa pueden encontrarse todavía en algún lugar impreciso...

El mexicano Fernando del Paso en su interminable Palinuro de México refuerza una tesis de Henry S. Leprince: el manuscrito neonachista se encuentra en todas las islas. Del Paso incluye en el catálogo de islas a la Isla de los Universales, “una isla que está en todas partes y no está en ninguna, porque es, en realidad, la Isla en sí, la Isla como concepto universal habitada por todos los otros conceptos universales: el caballo universal, el publicista universal, el triángulo, la mesa, el río, el Palinuro universal. Siendo pues esta Isla todas y ninguna, en mayor o menor grado todas las Islas comparten sus cualidades y defectos universales: su audacia y su timidez, su belleza y su fealdad, su riqueza y su miseria, su malicia y su ingenuidad, su lucidez y su insania. Todas las islas participan, sobre todo, de su obviedad”.

Raíces del neonachismo se encuentran también en San Juan de la Cruz. Guy Monod, ducho en intertextos, postula que el verso “las ínsulas extrañas” es una especie de santo y seña neonachista, lo que explica su profusión en los títulos de muchos libros y su frecuente aparición intertextual en la prosa de autores muy diversos, no necesariamente sanjuanistas. Monod nos recuerda, entre otras, las Insulas Extrañas del peruano Emilio Adolfo Westphalen, las Insulas extrañas de Ernesto Cardenal y las Insulas Extrañas de Valente y Sánchez Robayna.

5 comentarios:

Henry S. dijo...

"Palinuro de Mexico". Observemos la M nuevamente marcando el destino del manfiesto.

Todas las islas son nuestra isla.

Anónimo dijo...

y La isla del tesoro y ¡la isla de robinson!

Tecnorrante dijo...

Yo estoy ahora en una Isla, y mañana en la mañana vuelo a otra Isla. Me vine solo a estas Islas por lo que ahora mismo soy una Isla, aunque no estoy aislado del todo, puede que el concepto valga...

¿alguna coincidencia?

Anónimo dijo...

cabría añadir que las últimas ínsulas (Valente, Robayna y otros) es una antología de poesía...

Biscuter dijo...

Así es, antología buena y polémica, como todas, pero ésta se las trae...

Como venezolano, me hubiera gustado que estuviera en ella otra poeta (además de, o mejor dicho, en lugar de la que está). Me refiero a Hanni Ossott, evidentemente muy, pero muy superior a la Alvarez. Hanni, una verdadera "ínsula extraña".