sábado, agosto 27, 2005

También los hombres son ciudades


Cavafy

No se posee un lugar en el mundo por haber nacido en él o por habitarlo alguna vez o durante mucho tiempo. Los lugares que verdaderamente nos pertenecen nacen en nosotros, no nosotros en ellos. Nos ocupan, no los ocupamos. Nunca sabemos a ciencia cierta cuándo alcanzan esa cualidad y cuándo obtenemos su pertenencia. El famoso poema de Cavafy recoge ese fenómeno, aunque la ciudad que te acompañe no sea aquella de donde físicamente partiste. Puede ser otra. La ciudad llevada adentro crece en cualquier sitio que nos depare la errancia. Puede ocurrirnos que estemos en el mismo lugar toda la vida y esa relación íntima no llegue a presentarse nunca. También puede acaecer que un día un pájaro se pose en nuestro balcón y sea el portador de esa epifanía. O que caminando por la misma ciudad de siempre, en algún recodo trajinado, se haga la luz de un arraigo repentino. Sólo los lugares tienen dioses. Al dios del lugar dedicó José Angel Valente un hermoso libro. Ese lugar es la palabra.