viernes, diciembre 29, 2006

Todavía tenemos a Pavese

Cesare Pavese

Esto escribió Pavese en su diario el 29 de diciembre de 1949:

“¿Te ha dado envidia la fama americana de Vittorini? No. Yo no tengo prisa. Lo venceré con el tiempo. En el fondo, Vittorini ha sido la voz (anticipada –y esto es lo grande) del período clandestino –amores desnudos y vitales, abstractos furores que se encarnan, todos con misiones heroicas. Ha presentido la época y le ha dado su mito. Como D`Annuzio presintió la época `imperial` y la `civilización literaria` del ventennio. Ambos tienen y tuvieron madera de portavoz. Crearon un estilo de vida, de decir, de sentir, de hacer. Tú aspiras a un estilo de ser”.
Tres días después, el 1 de enero de 1950, Pavese hizo en su diario esta anotación:

“Roma es un corrillo de mozalbetes que esperan a que les limpien los zapatos.

Paseo matutino. Hermoso sol. Pero ¿dónde están las impresiones del 45-46? Recobré a duras penas algunos atisbos, pero nada nuevo.

Roma calla. Ni las piedras ni las plantas dicen gran cosa. Aquel invierno estupendo; bajo la claridad punzante, las bayas de Leucó. La historia de siempre. Hasta el dolor, el suicidio, constituían vida, estupor, tensión. En el fondo, en los grandes períodos has sentido siempre la tentación suicida. Te habías abandonado. Te habías despojado de la armadura. Eras un niño.

La idea del suicidio era una protesta de vida. ¡Qué muerte no querer ya morir!”


El 27 de agosto de ese año, 1950, Cesare Pavese se instaló en la habitación 49 (tercer piso) del Hotel Roma de Turín e ingirió la cantidad suficiente de barbitúricos para que viniera la muerte y tuviera sus ojos.
Hoy, leyendo un estupendo ensayo en el que Pavese habla de socialismo y cultura, recordé de pronto al poeta Acevedo. Un día, Angel Eduardo, ante la queja de que en Venezuela no había novelistas, deslizó esta frase indeleble: "Para qué esa quejadera si tenemos a Pavese".
¡Y todavía tenemos a Pavese!

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