sábado, diciembre 30, 2006

Bajo tu clara sombra

Waterhouse. Ariadna

Me hizo feliz el hecho de que varios alumnos se hayan aprendido de memoria las palabras que la señora Rialta le dijo a José Cemí cuando regresaba del peligro: “Mientras esperaba tu regreso, pensaba en tu padre y pensaba en ti, rezaba el rosario y me decía: ¿Qué le diré a mi hijo cuando regrese de ese peligro? El paso de cada cuenta del rosario era el ruego de que una voluntad secreta te acompañase a lo largo de la vida, que siguieses un punto, una palabra, que tuvieses siempre una obsesión que te llevase siempre a buscar lo que se manifiesta y lo que se oculta...”.

Me alegró que la lectura de unos versos de Sánchez Rosillo haya provocado por unos instantes la particular epifanía de la belleza. En esos versos el poeta de Murcia se convierte en César Franck y confiesa su amor secreto por la bella Augusta Holmes, señora tentación del siglo XIX.

Celebré que mis alumnos asistieran al momento en que Octavio Paz escribió su carta a la desconocida, y que estuvieran ahí, cuando el poeta cortó unas flores, y que lo siguieran cuando se llevó la carta y las flores, que finalmente dejó, furtivo, en una casa extraña y solitaria.

Celebro ahora la alegría que todos sentimos cuando comprobamos que la carta de Octavio Paz llegó a su destino y que la desconocida encarnó en una mujer, en La India, bajo la sombra sacra de un árbol nim.

Me asomo a la ventana de este cuarto de Martín Castillo Morales y miro árboles nim.

(FCC. Anotaciones después de clase)

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