martes, septiembre 14, 2004

Botas

En la vieja antología de poesía española titulada “Las voces y los ecos” leo poemas de Víctor Botas. También encontré en internet poemas suyos que me gustan. Botas era asturiano. Murió antes de cumplir cuarenta años, en el 94. Cuando se publicó la antología que ahora tengo en mis manos, antología ya legendaria, Víctor Botas tenía 35 años y había publicado “Las cosas que me acechan”. Leí que el antólogo fue también su editor. Me refiero a José Luis García Martín, un polémico personaje de la vida literaria española de hoy en día. Leo y copio un poema de Víctor Botas:

SIN EMBARGO...

Días de soledad y leve lluvia
acechando tu paso en la estratégica
penumbra de algún bar. Vuelan las horas,
vuela el viento en la calle. La mañana
se me hace pese a todo interminable
en aquella inquietud —el cigarrillo
agoniza en mis dedos temblorosos,
el café se me enfría—; tú no acabas
de venir a cruzar la incierta esquina.
De Quincey (cuenta Borges) no dejaba
de buscar a su Anna por las calles
de Londres. Vano empeño. Claro que
ni tú eres esa Anna ni soy yo
el pobre de De Quincey. Ni esta birria
de pueblo es la soberbia Londres.
Sin embargo...

(Las rosas de Babilonia)


“Ni esta birria de pueblo es la soberbia Londres”. Lo que uno siempre –colonizado al fin- dice en esos casos. Pero uno, aunque la deteste a veces, termina adorando a su pequeña y pobre Itaca y buscando en ella a Laura, a Filomena, a Beatrice, a Anadiómena, a Anna, a la Maga, a Asia, a Nadja, a Cuchi. Y con Víctor Botas podemos, después de los lamentos, terminar escribiendo “sin embargo”.

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