sábado, septiembre 25, 2004

Réquiem por la Coordinadora Democrática

"El impaciente no sabe transmutarse: un Dios le posee o él mismo se cree Dios. Sin máscaras, sin velos, arde ante los ojos de los demás como si ya efectivamente -en este mundo de la necesidad- todo fuera posible. Ríe, discursea, se apodera de cosas a puñados, blasfema candorosamente, se coge la cabeza enfebrecida con las manos. Desgarra, destripa, muerde con desconsideración suicida el corazón tapado de las cosas; nadie responde por él y es como un titiritero de plata blanca que hiciese sus ejercicios sin red sobre las cataratas del Niágara, que le ignoran y han de tragarle. Nada puede sacarse de él porque todo lo tiene ya fuera, impúdico hombre-anuncio de lo ilimitado. En todo asunto y ante todo quiere llegar hasta el fondo, de inmediato; ni siquiera se le ocurre preguntarse si habrá algún fondo al que llegar...
...Político, reglamenta hasta los suspiros de la multitud que se resiste a ser perfectamente dichosa, decreta diariamente, mañana y tarde, el asalto definitivo del castillo del Amo, o se convierte él mismo en pura dinamita y sin tardanza la mecha de la conflagración que debe fulminarle."

Fernando Savater

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