domingo, diciembre 12, 2004

Carpentier centenario

El jueves pasado hicimos el foro sobre Carpentier. Sólo Lázaro y yo. Lázaro habló de la cocina y los alimentos en la obra de Carpentier. Se limitó a El reino de este mundo y tuvo que apelar a las obras de Lezama (tan querido por mí y por la UNEY) y de Sarduy, para completar una intervención de evidente interés para nuestros alumnos de Ciencia y Cultura de la Alimentación, que desde hace tiempo han escuchado hablar del banquete lezamiano. Por momentos me pareció que Lázaro, como cocinero habilidoso, rellenaba su texto con las referencias a Sarduy y a Lezama, a falta de una buena consulta en los libros del novelista centenario. Poco Carpentier. Y mucho Lezama. Y mucho Sarduy. Me vi obligado a comentar después que otras novelas de Carpentier contienen referencias interesantes a la cocina. Y, específicamente, al tema de la cocina y el poder, aludido por Lázaro. Es el caso de El recurso del método, en la que el dictador, rastacuero y buen diente, se hace acompañar de su cocinera en su exilio parisino. Mencioné que, precisamente, una alumna mía de Literatura y Gastronomía está haciendo un trabajo sobre esa novela. Es el caso, además, de La consagración de la primavera, en cuyas páginas se habla de “la casuística del ñame”, para no mencionar El acoso, donde lo que no se come tiene alguna presencia. También recordé que Carpentier había escrito algunas páginas reflexivas sobre la cocina.

Por mi parte hablé de Carpentier y su compromiso político. Leí fragmentos de entrevistas y de artículos del cubano para respaldarme. Lo hice porque el foro era no sólo sobre la obra de Carpentier. Era también sobre su vida. Mi intervención antecedió a la de Lázaro. Quise con ella recordar la labor editorial de Carpentier en los primeros años de la revolución cubana, así como su planteamiento contundente acerca del rol ciudadano de los escritores. Una frase de Carpentier justificaba esa referencia: "en el año 59 volví a escuchar las voces de mi adolescencia. Por eso retorné a Cuba y dejé mi cómoda vida caraqueña. Me fui a trabajar por mi pueblo".

En la sala había oídos. Algunos de ellos, venezolanamente sordos, estaban a mi lado.

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